Nuestro lugar de reunión se encuentra en la Galería-Taberna Ánima, en C/Miguel Cid, 80 (Barrio de San Lorenzo, Sevilla) e-mail: tertulia.anima@gmail.com

viernes, 21 de enero de 2011

Breve muestra de la Iª Noche del relato breve e hiper-breve de la Tertulia Ánima

Haciendo versos (Elena Marqués Núñez)

Borraba y tachaba, y buscaba la rima que mejor convenía, y escandía las sílabas, y distribuía acentos. Y, aún no satisfecho, miraba el entorno, por si la luz dorada de la piedra, el encuadre perfecto de los arcos, el sonido sosegado de los visitantes, inspiraban un buen modo de dar por concluida su composición.

Don Miguel se quita las lentes. Saca un pañuelo para limpiarlas y en la visión turbia de la plaza no encuentra las palabras adecuadas. Procede, pues, como otras veces, a elaborar listados de vocablos contundentes de igual terminación —yugo, mendrugo, verdugo; balanza, venganza, templanza—, y apunta en su cuaderno los versos que el cielo salmantino tiene a bien concederle.

Muchos lo reconocen de lejos. Su aspecto es inconfundible, adusto y negro. Inspira temor reverencial. Un halo de tristeza lo rodea.

Don Miguel llama al camarero. Abona el café, recoge sus bártulos. Aún sentando, recorre de nuevo la plaza, aquel rincón del mundo que no habrá de habitar en el olvido.

Él —«despojo de un alma hecha jirones»— seguro que sí, pero no se lamenta.

Al levantarse, un trozo de papel vuela hasta el suelo. Un muchacho, que bien podría pasar por descendiente de aquel otro Lazarillo, lo recoge, y a punto está de llamar a su descuidado dueño. De haber sabido leer le hubiera apuñalado aquel verso sin rima y sin esperanza.

«Oye mi ruego Tú, Dios que no existes».

Viajeros del invierno (Rosa Desastre)

Me reflejo en el cristal del vagón, lleno, como cada noche. Cada viajero rumia su día guardándose los gestos entre las hojas del periódico gratuito. Silenciosas y ajenas estaciones pasan de largo, señalando destinos, amontonando pasos, coleccionando esperas. El extraño del abrigo azul mira al horizonte distorsionado por las luces de Navidad, lo toca desde el vaho de los cristales, lo acerca, como se acerca un abrazo y luego baja en la séptima, como yo. Solo. La escarcha dibuja cuchillos en las aceras, se cuela en los espejos del agua. Son las ocho. Tirita el reloj en las pupilas del vendedor de castañas, su sonrisa es un ascua encendida. La calle se alarga, y suena desacompasada la lluvia en los charcos. El extraño gira en mi misma esquina. Sin evitarlo, se cruza el temblor de nuestra respiración fatigada. Sin mirarnos entramos al portal número nueve. El frío nos arrincona en la soledad sin techo de nuestra casa. El extraño del abrigo azul duerme a mi lado. Deja un beso de helada costumbre en mi almohada. En la estación de la felicidad hay un cartel que dice: “No hay billetes”. ¿A dónde vamos ahora?

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